Me presento

Llevo más de veinte años dedicado a la Comunicación. He trabajado en prensa escrita, en radio, en empresas privadas y en las tres administraciones públicas (local, autonómica y estatal).

He publicado cuatro libros de microrrelatos —“El final está cerca” (Ed. Círculo Rojo, 2013), “Felicidades por tanto” (Ed. Licenciado Vidriera, 2015), “Versiones ejemplares” (Ed. Enkuadres, 2019) y “Beernes” (Triskel, 2020)— y dos novelas —“Cuñados anónimos” (Ed. LcLibros, 2012) y “Morir es relativo” (Ed. Cazador de Ratas, 2015)—.

Algunos de mis relatos y microrrelatos han sido galardonados en diferentes certámenes, publicados en antologías varias y/o traducidos al francés por las universidades de Poitiers y Lyon.

Además de todo lo que te vas a encontrar en esta web, también soy autor de las letras del Romancero de Kiko Quiñones, que cada año se presenta puntual al Concurso del Carnaval de Cádiz.

Leo seis periódicos al día. Y no por estar bien informado, sino porque no me fío ni de la solución de los sudokus.

Mis libros

Felicidades por tanto

Cada día del año tiene un motivo que celebrar. Aquí encontrarás 366 originales sugerencias para hacerlo.

Morir es relativo

Una novela negra de humor o una novela de humor negro. Los críticos no se ponen de acuerdo.

Versiones ejemplares

El Quijote, el dinosaurio de Monterroso, los cuentos infantiles, el apocalipsis, etc., pasados por el filtro del microrrelato.

El final está cerca

Es el destino de los microrrelatos: que su final está cerca. Y aquí encontrarás doscientos ejemplos que lo demuestran.

Beernes

El viernes y la cerveza (“beer”): una combinación perfecta. Lo mismo que esta colección de microrrelatos para toda la semana.

Mis colaboraciones

Estado Crítico

Una revista de crítica literaria diletante que publica una reseña
al día.

Maleta Mundi

Aquí viajo por todo el mundo
… de las letras.

Más claro, agua

Quince años
de entradas diarias
en el blog.

La Colina de Nervión

Periódico deportivo donde miro a través de un cristal… particular.

Mis redes

Beernes

Levantarse el viernes por la mañana, ese tan deseado “beernes”, con la promesa de todo un fin de semana por delante que comenzará a las tres de la tarde con varias cervezas con los amigos y se extenderá hasta la noche entre risas, propuestas de restaurantes donde cenar y más copas.

De repente, amanecer con resaca el jueves pero con la esperanza de que los jueves también sale alguien por la noche a tomarse algo.

Pasar el miércoles aséptico como mejor se pueda.

Levantarse el martes con pocas ganas de trabajar, sin apenas motivación y sabiendo que aún queda por delante un lunes demoledor.

Arrastrarse el lunes en el trabajo, con sueño y cansancio acumulados, odiando cualquier atisbo de nuevo encargo por parte de los jefes y deseando llegar a casa.

Estar tan agotado como para pasar el domingo tirado en el sofá, en pijama y delante del televisor, con un libro al lado.

Y, por fin, de nuevo sábado. De nuevo llamar a los amigos, quedar con ellos, salir, beber, divertirse, comer, beber, divertirse, cenar, beber…

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